27.11.06

... para lograr esta compleja tarea se han identificado diferentes cualidades que un sistema distribuido debe cumplir: extensibilidad, concurrencia, escalabilidad, tolerancia a fallos, transparencia y, claramente, la compartición de recursos. [Con un público tan informado creo que sería una perdida de tiempo entrar en una descripción superficial de los temas antes dichos, pero como tengo que mandar quince minutos al caño les platicaré lo que ya saben] ...

[Hombre sorprendido a ver la cola del dragón (aun no conoce el cuerpo)]

26.11.06

Sin ti mi cuarto es un chiquero, los restos de un foco de sesenta watts después del choque de un balón. Las ideas se me van más rápido que el humo de los cigarros.

[Hombre perdido entre textos técnicos]

17.10.06

Acerca de la pornografía.

Mujeres blancas con pezones camuflajeados. Mujeres livianas con largos cabellos encerados. Mujeres altas y con tacones, caminando, solo notando sus pasos. Suspiros perdidos en penumbras infinitas, la voluntad destrozada al acariciar el suave cristal de monitor. Tanta alegría derrochan, parecen duendes escondiendo un pene en sus huecos. Es gobierno, conocemos su falsedad y las ganas de tratarnos como subnormales; pero somos una generación adicta a la comunicación en aras de la perversión, todo es una oportunidad para el olvido de la rutina. Las mujeres blancas no existen, lo sabemos, y, a pesar del mundo, son el ídolo que nunca llenó la religión.

14.9.06

1
El reflejo de una nuca
en el verde azul del vagón
ojos con lagañas

9.9.06

El indie es una descripción de lo que considero una basura universal, es como una fiebre, una enfermedad con los mismo síntomas, acordes y tonos vocales. Las voces se pierden entre cientos de copias con pesadez adolescente, con cómicos sonidos extraños. No es un tradicionalismo de mi parte, es el sentimiento de esperar el mismo microbus u oír una reunión, de esas que nacen en las calles de la ciudad, y reafirmar la imposición de ritmos y tendencias líricas de parte de personajes desconocidos, verificar la ausencia del individuo en las no tan grandes congregaciones. Con la actual movilidad de la música uno podría cargar sus joyas para enseñarlas a los conocidos y desconocidos. En mi caso tengo a Schubert y el andante con moto de la muerte y la doncella. Alguien escribió que en estas épocas los libros deben de permanecer ocultos, el poseedor no debe hablar de ellos a cualquier persona pues sería perseguido. Bueno, todos escuchamos música, propongo aturdirnos los oídos con nuevos sonidos.

4.8.06

De los siete grillos que me dieron para alimentar a Dvgrochevaia solo dos murieron en sus mandíbulas. Uno fue liberado con una caída de tres metros hacia el pasto, los demás murieron en el frasco de gerber. Lo primero que se mordieron fueron las alas pues a los dos días no se oían sus lamentos. Al segundo día uno había desaparecido, sólo dejo sus antenas y un minúsculo ojo negro, los otros querían salir por el cristal. Regresé una semana después. Dvgrochevaia escapó en mi ausencia. Habían dos grillos y un cuerpo; de los sobrevivientes a uno le faltaban una antena, pata y parte de su vientre, el otro estaba saludable. Durante la madrugada la encontré en una mochila del armario, hambrienta. Amaneció y apenas se movía el grillo vencedor de la ardua batalla nocturna. Lo tomé de una de las dos patas que se mantuvieron en su lugar. Todo un sobreviviente.

3.8.06

Lidiar con grillos me crispa la piel. Maté a un par, desprendí varias piernas de otros para dar de comer a Dvgrochevaia. Fue casi una hora de persecución con un par de cucharas, bolsas, tijeras. Imagino que de haber sido más corta la experiencia no hubiera gritado al sentir varias patas, muy tranquilas, en las manos. En el minuto cincuenta traté con la táctica de las pinzas. Los grillos solo saltan con los movimientos rápidos, aproveché esto para tratar de agarrar uno entre las puntas oxidadas. Eran menos escandalosos que una mosca, ellos, tres, muy serenos, en el dorso de la mano que acechaba a sus hermanos. Mis brazos se crispan como nunca. Deje vivir a la tercera. La acorralé en la bolsa naranja. El temor en mis dedos, ella escapaba. Fui a dejar el bote donde viven otros veinte y vi el grillo más pequeño en medio de la habitación. De la misma forma se condenó el que escapó la semana pasada. El pequeño tuvo suerte, la muerte le sorprendió rápidamente con el pánico de mi suela y no de los jugos ácidos de Dvgrochevaia.

19.7.06

060706

La diferencia mantenida a lo largo del día se hace pequeña. Ya no queremos ver, ni pensar en prender la televisión y pudrirse el hígado con la congregación de panistas. En el punto donde 94% de las casillas fueron computadas la diferencia era de 0.69, ahora está en 0.55. El norte nos ha jodido de nuevo, solo que ahora fue el de nuestro país.
Fue imposible seguir mirando el televisor, ni Denisse valía la tortura de oír a López Doriga contar el tiempo como si fuera la hora exacta del observatorio. Baja otra décima de punto.
López Obrador está en su casa, quizá sabía la tendencia de los números y prefirió guardar fuerzas para la impugnación del día de mañana. Calderón está en la sede del partido, guardado con otros títeres lamebotas, sus congéneres.
Una treinta y uno, en poco tiempo se actualizará la información. 0.49, el demonio nos ha de chupar los sesos. Una cuarenta y siete 0.45 con 95.64%. 0.42 con 95.79.
Carajo, se jodió el internet. 0.25 con 96.63%.
Es como si tuviera un montón de acciones en la época de la gran depresión. Unos han de sentir que no llegan, nosotros sentimos que se nos va, muchos más duermen en la húmeda noche del absurdo.
0.21 con 96.84%. dos décimas de punto por cada décima porcentual. La página web del universal tiene las dos fotografías de los candidatos. Prendí el discman en el Presto de La muerte y la doncella. Recargo la página, los porcentajes se roban cifras, las fotos de los candidatos parecen flautistas seduciendo a las ratas. Sí ratas siguen dejando el barco, la ventaja desaparecerá en menos del 98%, el de las manos sucias ganaría por cuatro décimas.
Dios mío. Qué nos va a pasar. 0.07 en 97.37%. El norte del país le dio el voto duro a un guiñapo imbecil. Carajo. Qué nos ha pasado. No quiero oír a Ugalde, mucho menos al chaparro lamebotas. Yo quiero restregar el triunfo de la izquierda. Siento que los puntos se caen por los hoyos de mis bolsillos, alguien los roba con una aspiradora silenciosa.
Quería ver la construcción del país; no la de-construcción de los mexicanos.
Fue una ráfaga, balas de intolerancia y perversión mediática las que nos condenaron. Vinieron en grupo desde el norte cuando todos dormían. En la mañana tuvimos hoyos en la nuca y en los bolsillos; de nuevo la derecha había llegado al poder.
0.01 con 97.64%. Falta poco para el punto de no retorno. Cuatro diez; calderón gana por diferencia de 0.01 en el 97.7%.
Esto es extraño: las curvas son casi perfectas, sin variaciones a causa del azar perteneciente a la naturaleza de éste fenómeno nacional llamado "votación". Algo no anda bien.

6.7.06

Fue una ráfaga, balas de intolerancia y perversión mediática las que nos condenaron. Vinieron en grupo desde el norte cuando todos dormían. En la mañana tuvimos hoyos en la nuca y en los bolsillos; de nuevo la derecha había llegado al poder.

30.6.06

El señor Gonzalo está muy mal de salud, sus hábitos alimenticios no hacen mas que empeorar su situación; oiga es que echarse solo una torta con cocacola y el cigarro, no, quién sabe como estará en unos días, si, cuando su nietecita haga la primera comunión, tan bonita que se ve en su vestidito blanco. (Del otro lado). Era un drogadicto hijo de la mala vida el cabrón, pues que cree, amenazó a su madre con un cuchillo de esos que cortan el pan y le dijo no sé cuantas marihuanadas a la pobre Soledad. (Más allá se escuchaba el ruido de una máquina blandiendo sus engranajes, el olor del aceite, los restos de hollín en las rejas de esmalte blanco). Se lo diagnosticaron hace un mes; como cree; si, no quiere salir de su cuarto, nada más está ahí apestándome la casa con los cigarros, a veces se levanta, pero ya muy de noche, no deja ni dormir. (Un par de voces se acerca). Llega noche y se mete a las cobijas, cuando despierto ya no está, me siento descuidada mana, hoy ni siquiera oí que prendiera el boiler, él es bien trabajador y pues ni modo que yo me ponga a … (El par de voces se aleja). David Jonathan, te lo digo por última vez, deja de revolcarte en el suelo. (Dentro del local salía el olor vaporoso del papel estraza) No, usté cree, la hija sigue viviendo en la casa de la difunta, pa mi que la mató de un empujón, yo bien seguido escuchaba los gritos de la viejita y los manotazos de la hija; hasta fue la policía, pero no valió de nada por que la hija se escondió en un hotel de… (El hombre del bigote y el cabello seboso, negro y rizado barajeaba la masa con la mano desocupada de las monedas de a peso). Me da quince pesos con papel, por favor.

22.6.06

Comprendo que exista la capacidad de las personas para vivir en mundos ficticios y considerarlos primordiales; de que otra forma se podría sobrevivir en la cárcel o viajar en el transporte público. El internet ha atrapado a millones de personas, modificado sus conductas, y transformó, en menos de una generación, las costumbres de los ciudadanos de las grande urbes. Las barreras se distinguen menos pues ahora es natural entablar amistad con un Tailandés o ver el diario de un Ruso. Hábitos simples, como la curiosidad sobre otras vidas, se dan rienda suelta a través de millones de bases de datos repletas de experiencias similares, cotidianas de la vida humana. Abrimos nuestra ventana ciclotrónica al espeso mar de los anuncios en colores escandalosos con promesas inútiles; ¿qué nos depara el vasto mundo detrás del espejo camuflajeado de un modem y un cable de teléfono?

8.6.06

Inventaré que me soñé siendo acosado por millones de árboles sintácticos con ramas terminales y raíces de código, brincaban a mi alrededor como lunáticos ávidos de cadenas, sentencias, millones de líneas de código fuente. Expresión no aceptada, me decían, error en el módulo, formato ilegible. Gritaba sin cuerdas vocales, con la fuerza de un histérico, los soplos no pasaban de la pared de dientes. Un cursor intermitente. Llegados del cielo decenas de ventiladores formaron filas militares encima de mi cabeza. La noche tenía el rebotar de los leds clavados en la pantalla del cielo. Poco a poco mi cuerpo se fue desintegrando, uno a uno mis cabellos se transformaban en eternas líneas de voltaje, mira, allá van mis memorias envueltas en un manejador de base de datos, mis neuronas en circuitos lógicos de silicio. Corred, corred. Carajo, ya no tengo piernas. Volad, volad. Carajo, no puedo moverme ni cerrar los ojos, lo siento, es imposible volar.

Me consuela despertar, asomar la mirada por la persiana y ver las densas nubes con su movimiento de panzers en la nieve, grises como las banquetas, poderosas e intocables. La humedad olor azufre me recuerda a las playas que visité de pequeño, ahí, cada noche, se quemaban varios kilos de basura, llantas y pedacería de madera, los niños dibujaban huellas en curvas infinitas junto a perros sedientos con pelos de sal. La humedad que se mete a mi cuartito acompañada de los fantasmas de las fabricas y la combustión automotriz, brisa confundida en las exhalaciones de estos muertos amontonados en el metro. Esperen por mi, compañeros desconocidos, debo viajar en círculos de nuevo.

Saldré, es de mañana pero hoy es diferente, me puedo engañar pensando que son las cinco de la tarde aunque sea muy temprano; un engaño más en mi vida no hará mucha diferencia.

13.5.06

Con estos conflictos, como lo dice Monsiváis, sólo queda una conclusión: los que se joden son los pobres, lo peor es que entre ellos se parten sirviendo a intereses ajenos. Aquí se podría tener en cuenta el pensamiento de los ciudadanos que quieren sobresalir, y que en aras de la posición, dinero, sacrifican a los que les quedan más cerca. Es el fenómeno del avergonzamiento de la clase progenitora y la adulación de los que están mas próximos, allá arriba. El embate es terrible. La multitud se deja alentar con los mensajes que vienen desde las casas donde el espacio se mide en hectáreas, de medios que ven a la marginación y lanzan un suspiro seguido de un pobrecitos. Es cierto, un policía, con un salario menos que mediocre, golpea a un vendedor que invierte su vida en un lugar donde siempre quedará debiendo, haga lo que haga. Debemos dejar de servir a los pocos y proteger a los nuestros. Como cualquier ideología, suena bonito, pero nada más. Funcionalmente tendríamos que liberarnos de grandes pesares que hemos convertido en necesidades: el amor por el grillete y las migajas. Y con esto no quiero decir que deseo poder infinito para todos, no, nada de eso. Tal vez la palabra que busco es dignidad. No sé. Dudo de la existencia pura de ese símbolo del lenguaje.

11.5.06

Vamos a jugar con palabras peligrosas. No sé por donde empezar. Pistola o tumor, ignorancia o religión, computadora o maquiladora. Carajo, ya no juego… bueno si. Pistola dentro de la chamarra de un fanático religioso, no se ve ni suena, motivo para que yo permanezca ignorante del peligro y siga con mi interminable trastabillar en contra del cardenal y demás agregados. Pum. Probé un importante punto, ni un ángel bajó a salvar del infierno al pobre infeliz, ni un santo me mostró el camino de la redención. Irónico. Moraleja, la base de nuestras creencias sólo permanecerá en la memoria, nunca nos dará un amistoso saludo. Bien lo dice Bukowski en su epitafio. Don´t try.

20.4.06

La mujer que hace la limpieza dejó debajo de mi almohada sus pantaletas. Olían como una portentosa noche en el metro Pantitlan, en hora pico. El estilo clásico del encaje invitaba a la anonimidad de su dueña; pero en este caso no podía ignorar los antecedentes de ella. Adolecía de cualquier atractivo. Sus brazos tenían una textura de callos, las piernas parecían de policía de transito, sus curvas habían sufrido un alargamiento lineal, usaba peluca, y sus ojos, carajo, amenazaban con salir de sus parpados en cualquier segundo. Imaginé su vagina como una plasta de lodo en la entrepierna. Me acosté adivinando la hora y el lugar en el que, ella, había procreado al hijo que ocupaba un cuarto en una granja. Para generar otro ser humano la ciencia nos ha demostrado que se necesitan de dos personas, bajo algunas excepciones que existen en los relatos fantásticos, por ejemplo: el fundador de la mayor iglesia que el mundo halla conocido, y el hijo de la mujer que tiende mi cama. Sé que al final con las luces apagadas uno puede fingir demencia, pero no creo que sean capaces de sacar de su mente la imagen de Sara. Soñé con un trasero lleno de escamas arriba de mi cintura. Unos labios masajeaban mi lengua con pequeños vellos. No pude hacer nada más que voltearla, plantar sus rodillas en el suelo, y empezar a sentir la rugosidad de sus caderas en mis manos. Desperté y era domingo. El trabajo no demandaba mi presencia. Cargaba ochenta pesos en el bolsillo. Estaba solo en un cuarto de veintiocho metros cuadrados. Prendí la video, puse play, tomé el teléfono. La música incidental de la porno me tranquilizó. Hola, está Sara.

5.4.06

El día que conocí a mi primer puta me dio diarrea. Triste, pero así fue. Pensaba que el animo se me iba a ir; pero de repente la calentura y el anonimato de una avenida me dieron el valor que necesitaba. Tenía a dos candidatas que se disputaban mis queréres (billetes de cincuenta pesos). Una contaba a su favor una estrecha cintura y tacones muy puntiagudos, la otra teñía su cabello de rojo y era de piel pálida. Fue una larga elección. Di un gran número de vueltas a la manzana hasta que un tercero eligió mi destino. Un hombre de mediana estatura y cejas espesas me arrinconó en la cortina de un local. Eres policía o puto, dijo. Ninguna de las dos, pero si me pone a elegir prefiero ser la segunda opción. Dijo que no era un supermercado, para andar viendo como lelo, después me ayudo a elegir. Dos billetes colmaban mi bolsillo derecho, setenta para la prostituta y treinta para el taxi.

Subimos las escaleras del edificio. Las agujas de sus talones me hacían sentir orgulloso y sin pena por llevar a mi casa a una prostituta llena de granos. Setenta pesos por tres horas; no es totalmente blanca, pero, como ya mencioné, tiene cintura de africana. No supe como era el protocolo, ni los tratos y permisos otorgados, entonces la toqué como acostumbraba hacer con mis novias. Ella se reía, me miraba tiernamente cuando mi mano danzaba entre sus muslos. Destapé unas latas de cerveza, y al regresar su falda, suéter, y pantaletas, yacían sobre el buró. Se me hizo ridículo que no se quitara el sostén. Mi primera puta cogía como mis novias: no hablamos, ella gimió, yo sude, machamos las sabanas de amarillo nicotina, derramamos pasiones en la almohada. Un día Liliana me dijo que no encontraría una mujer como ella en toda mi inútil vida. Esa noche comprobé que Liliana era tan puta como las profesionales; lo malo era que ella no lo sabía.

30.3.06

Nos está llevando la chingada. Los senadores se pasean en el borde del cinismo, los diputados, ni que decir de su ineptitud. Los gobernantes y candidatos copulan con la mantis religiosa de la televisión. Retrocedemos y entregamos control absoluto a los dominadores por excelencia del pueblo mexicano; bueno, nosotros no, pero nuestro silencio nos pone una soga muy áspera en el cuello. En la televisión no se habla de aquello que en estos momentos tiene la categoría mas alta de censura; podemos escuchar que en la radio solo unas cuantas voces de protesta (http://www.eluniversal.com.mx/graficos/audiovideo/imer01.mp3) se pierden entre canciones populares, programas esotéricos, segmentos deportivos, reportes del tráfico y spots, muchos spots. Algunos periódicos -tan queridos por el pueblo- tratan de pronosticar lo que nos espera. La comunidad intelectual reprueba la nueva ley, los medios independientes no pueden conciliar el sueño y escriben su carta de suicidio, unas cuantas centenas de hombres protestan sobre la avenida Reforma, estudiantes paralizan el transporte público y conminan a una huelga general en Paris, en México un ejecutivo de televisa festeja en un table. El panorama es desalentador con tanta hipocresía saliendo a raudales de la torre del caballito, pareciese que la democracia (doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno), palabra tan de moda en la élite política, se corta las venas para derramar lo poco que le queda sobre la plutocracia (preponderancia de los ricos en el gobierno del estado). Carajo.

Si usted llegó a esta parte del texto, por favor, piquele abajito.

http://www.jornada.unam.mx/2006/03/29/010n1pol.php

28.3.06

Hoy habrá un eclipse total de sol que sólo se podrá observar desde el cono sur del planeta. Un fenómeno exclusivo de los moradores del mundo subdesarrollado, económica y tecnológicamente, pero muy eficiente en la multiplicación de sus habitantes. Los gobiernos han conminado a su pueblo a no mirar directamente al cielo, ni mucho menos al norte. Las mujeres embarazadas serán protegidas con toda clase de remedios ancestrales, amuletos de plata, ojos de venado, cintas de color rojo. En los zoológicos los animales se irán a dormir, y en las casas la televisión transmitirá (en directo y sin efectos secundarios a corto plazo) el gracioso jugueteo del sol y la luna.

En México se dotará con mayores recursos al cuarto poder. Unos cuantos senadores utilizarán las facultades otorgadas por una población analfabeta y carente de autocrítica para alimentar al insaciable monstruo de la televisión. Lo gracioso del asunto es que todavía estoy indignado con tal cinismo, y si estoy indignado es por que espero no se cometa tal barbaridad. Si, aun creo que el poder representado por los senadores tiene una pequeña, muy pequeña, cantidad de cordura. Lo sé, merezco un insulto.

18.3.06

Caminaba rumbo a mi casa. Bajando las escaleras del metro, lo que empecé a oír no fueron toscos compases de banda o simples chiflidos de salsa, el hombre de los periódicos recogía su puesto ambientado por el jazz que salía de un diminuto radio con una bocina, sonido monoaural. Imagine la dicha de escuchar solo los tonos del saxofón; sin los ecos de cientos de pisadas, y sin el aguerrido puesto de ce des piratas de su costado. Que momento más dichoso, ya cerca de las veinticuatro horas en los relojes de la Ciudad de México. No era el final de la jornada lo que conminaba a la celebración. El rostro tranquilo era de la satisfacción, el gozo que provenía de un pequeño cuadrado gris.

La noche nos había cobijado con vientos inofensivos; la población roncaba, comía, o fornicaba como bestia; una radio sintonizaba horizonte. Pasé moviendo mi dedo índice al ritmo de los platillos, ja, al final ganamos.

14.3.06

El dios del internet va a ir a cobrarte todos los caritativos correos electrónicos que no reenviaste. Y cuando necesites un riñón, él se va a burlar de ti, va a impedir que llegues a esa persona moribunda que checa su correo cada noche desde el hospital. Vas a estar perdido por que nunca encontrarás el amor, tu progenie desaparecerá, y todo por no tomarte el tiempo de continuar un acto de fe, por que eso es, así, no importando lo estúpido que parezca. Si, sé que la fe es una cosa estúpida; pero muchas personas viven y matan por ella. Y yo moriré por el yugo de un dios todopoderoso, único maestro de los bits y señales discretas reproducidas alrededor de la tierra y fuera de ella, Oh! karma virtual, no desquites tu venganza en este pobre e insignificante humano que solo quiere aprender cosas que a nadie importan.

12.3.06

Sus ojos embarrados en maquillaje negro me hacían pensar en sus piernas desnudas. A nada podía prestar atención. Iba de una extremidad a su estomago, y de vuelta pasando por uno de sus senos. Tenía una cintilla en la cabeza, pero no recuerdo su color, ni si brillaba. Ella descansaba sobre la cama de un hotel con tarifas que cuentan más los minutos que las horas. Los codos apoyados en las almohadas, las muñecas sosteniendo la quijada. Viajé por la blancura su piel para esconder debajo de sus poros mis inútiles deseos. Pasó que se quedo dormida entre bostezos. Su falda de mezclilla estaba atorada a mitad de la cadera. Era cierto, todo estaba inconcluso, ella no tenía la experiencia para terminar su trabajo, yo era muy imbécil, no podía dejar de imaginar lo que me esperaba debajo del algodón azul. Respetaba las ropas pegadas a la piel, por eso era imposible desmembrar a tan hermoso reptil, sería como equipararlo a una cartera de cocodrilo. Duerme maldita que tienes a la humanidad babeando por tu falda y rumiando tus pies. La noche llegó con un golpeteo en la puerta. Era el anfitrión tatuado que me avisaba la hora de cambio de turno. En media hora tendrá que pagar toda la noche, dijo. Durante toda mi vida me había molestado dormir acompañado, o con la zozobra de que en la mañana algún ser viviente necesitara de mi presencia. Abrí la ventana pensando en los millones de idiotas que, como yo, colmaban sus vacíos con imágenes perfectas y relaciones estériles. Soñé que me la cogía. Empezaba trazando una nueva capa de saliva en su piel, la teñía de color café, después, en el clímax de nuestros encuentros, ella me decía su verdadero nombre. No lo recuerdo, pero fue como el punto final de nuestro idilio, por que se vistió muy apresuradamente, como queriendo olvidar su falta de profesionalismo. Agarro de la mesa el billete rojo, le hizo forma de piedra y lo aventó su bolso. Chao nene. Desperté en medio de sabanas mojadas de vómitos y pasiones derramadas preguntándome su nombre. El billete se había esfumado. Se llamaba Clara.

11.3.06

Una armada turca comandada por el general Azumk fluye por la conexión que se hace en Pantitlan de las líneas cinco, A, y nueve. Veintidós mil hombres armados entregarán su vida para neutralizar la amenaza generada por los japoneses, que, bajo el dominio del general Kenji, controlan gran parte de la periferia del estado de México desde el recién conquistado terreno de Los Reyes. Los turcos no se pueden dar el lujo de quebrar las leyes de transito y guerra establecidas entre los países del bloque americano; por tal razón harán el viaje por el metro férreo que se levanta como la columna vertebral de la calzada Ignacio Zaragoza. Dentro de las regulaciones, cualquier ejercito, armada, legión, o guerrilla, tiene la obligación de no entorpecer las comunicaciones ni las actividades comerciales; la sanción se castiga con severas represalias territoriales y económicas. El primer grupo de turcos aborda el tren, cuidando no entorpecer el cierre de puertas. La logística de Azumk funciona a la perfección pues ya ha pasado la hora pico. El general guía la vanguardia desde el segundo vagón, doscientas personas por cada uno y mil en el tren entero. Ocho estaciones. Un joven sube al vagón de mando con un discman en la mano y una bocina de sonidero en el pecho; los hombres turcos resienten el primer golpe de la economía informal de la Ciudad de México, quedan con los oídos llenos de zumbidos y acordes estridentes de reggaetón y rock urbano, la cordura los ignora y se genera un pánico que termina en un sopor generalizado. Unos minutos después marchan hacía los torniquetes de salida, Amzuk le pide a los sargentos que contabilicen las bajas ocurridas en el trayecto. Fueron cien debidas a la parálisis mental, veinte suicidios y otros cien con severos, e irreversibles, daños en los tímpanos. Marchan hacía la salida norte, afuera deberían estar las defensas japonesas, pero en su lugar hay una barricada de microbuses, puestos de ce des y comida mexicana rica en grasas bloqueando el paso. Amzuk pagará caro ese error, el tiempo es precioso, y por equivocarse de estación (descargó a su compañía en Santa Martha) perderá el elemento sorpresa que podría inclinar la batalla a favor de los Turcos.

Sin líder visible y, por consecuencia, en total desorganización, el grueso de la armada se mueve como un país de proletarios, lenta y previsiblemente. Las flechas japonesas perforan miles de cráneos y costillas turcas, otros miles corren despavoridos hacía La Paz en busca de asilo. Unas horas más tarde el cuerpo de batalla se reduce a menos de un cuarto de número original. A media noche llega por el oeste un contingente de chimecos y algunos camiones de la ADO con lo que era el primer frente. Amzuk tiene los ojos inyectados en rojo por la ira de sus dioses y las partículas de plomo que vuelan impunemente por el aire. Si por salvar a mi pueblo tengo que sacrificar mis ojos, juro que no extrañaré ninguna estela de luz. Retroceden a descansar entre Los Reyes y Santa Martha. Los tenientes restantes deciden hablar con él y presentar las únicas posibilidades.

Antes del amanecer el clima no es tan frío como en las montañas, hay una niebla de azufre y desperdicios de comida alrededor del campamento. La ciudad termina su corto descanso y vuelve a retorcerse las tripas como cada mañana. Amzuk decide llevar a sus hombres a una muerte segura. El sitio a Los Reyes parece la mejor estrategia, pero su orgullo no permitiría mirar de frente a ninguna deidad de su cultura. Allá, del otro lado del cerro, miles de japoneses afilan sus katanas y flechas; esperan con su ambiguo honor entre las manos, lo único que les pertenece. Los escudos chocan al igual que las bujías y pistones de los automóviles que circundan a la restante ofensiva turca. Los curiosos asoman las cabezas por las minúsculas ventanas del metro. En la cima de un montículo, Amzuk espera a que los primeros rayos rojizos se impacten en su armadura cromada. Un diluvio de flechas cae sobre el mercado de los miércoles. Cuando los japoneses recargan sus arcos Amzuk corre como perro hambriento, enseña sus colmillos, afila las garras, grita: pinches putos ya valieron verga.

El general turco merece la carnicería que está sufriendo su pueblo. La soberbia enveneno su capacidad de mando, por eso merece ser sepultado entre miles de ce des, de ve des piratas y mercancía de contrabando.

9.2.06

El humo del cigarro era azul. La luz que entraba en el cuarto había coloreado las curvas exhaladas de las brasas. Frente al televisor, cubierto de polvo, los círculos y espirales se tornaban azules. Se coloreaba el cuarto de unos cuantos destellos que traspasaban las persianas. La vida parece enorme a través de la ventana. Las palabras me faltan. Soy pequeño y anónimo. Las manecillas de un reloj siguen girando, puedo apostar que se moverán, inclusive después de todos los golpes que ha sufrido, cuando ya no tenga batería. Ese reloj es eterno, seguirá pegándose cuando no halla tiempo que medir, aun cuando este muerto y entienda que el tiempo no existe. No habrá tiempo en el momento que nos extingamos. Él depende de nosotros, si no hay nadie que piense en él dejara de existir. El universo continuara en expansión hasta que llegue el punto de regreso, sin el tiempo que nadie vio pasar.

1.2.06

Martha entra en el pasillo húmedo que comunica su casa con la calle. Camina sin sentir su peso así como mira sin tener nada dentro. Pone su ojo detrás del visillo de la puerta. Afuera esta demasiado gris para el último día de enero. La puerta le transmite una idea de lo que es el clima del otro lado. Martha da media vuelta, llega frente a su puerta, entreabierta, se petrifica por que a sus narices le ha llegado el olor del arroz que dejó en la lumbre. Dos focos, amarillos por la grasa que se amasa en el techo, se mueven en un perpetuo movimiento de péndulo. El suelo es gris, pero no tanto como el cielo. Martha no puede volver a entrar, por un minuto deja de respirar, de su garganta le salen gemidos indescifrables , la única respuesta que las cuerdas vocales pueden dar ante un pavor inexplicable, improvisto; los gritos mudos. Se pierde entre las vueltas que repite en el pasillo tratando de evitar la luz fría, agorera, que se cuela arriba de la puerta que da a la calle y el amarillo que se columpia desde su casa hasta una parte del corredor. Cansada y de cuclillas en un rincón tiene los ojos cerrados, como los puños; sus lágrimas caen a voluntad del azar formando líneas inconexas en el piso de cemento. El día es muy nublado, silencioso y gris para ser el último día de enero.

31.1.06

Duerme sobre un pastizal. Moscas revolotean alrededor de varias formaciones fecales, algunas de ellas hacen de su mano un descanso para retomar energías y digerir la mierda de sus trompas. De un lado y otro se mueven los automóviles en una inmensa fila. Todos ellos van a algún lugar; no es el mismo, piensa él- y así, de repente como aparecieron la gran fila se desvanecerá. Los costales de José enflaquecen día a día. Sus recuerdos se le resbalan, chocan contra el pavimento. Sus labios parecen canales de riego en tiempos de sequía. Lanza una bofetada al aire; tampoco hoy pudo apagar el sol. Observa salir algo de su cuerpo, el capullo ha eclosionado. No tiene forma y no se parece a nada que en treintaycinco años de vida halla visto José; sin embargo se lo llevan los escapes de los autos. Va de toldo en toldo, saltando hasta llegar a un cigarro que asoma su ceniza por una ventana. El semáforo se ilumina de verde. La ceniza cae y aquello que le salió a José nunca lo volverá a ver.

30.1.06

Empiezan las convulsiones domingueras. Una ola de angustia hunde mi maltrecha vida mientras un torrente de acido quema mi garganta. Acaba otra semana llena de horas gastadas en frente de un monitor, la vida se pasa a través de imágenes de diecisiete pulgadas. La reclusión es inútil en estos momentos, mejor debiera salir y sentirme uno con los millones de allá fuera.

22.1.06

Una mujer anciana camina por la mitad de una calle atestada con ambulantes. Quítese jefecita, gritó un apurado transportista. Se manifestó un silencio entre el caos del mercado, quedaron marcadas las huellas y un circulo de mirones arremolinó la escena. Se la chupó el diablo, dijo un curioso.

16.1.06

En Kill Bill Beatrix Kiddo es una mujer cuya única meta es que su venganza recaiga en la mafia que una vez la protegió y entrenó. Nada mas? Beatrix es la mujer con las mas altas cualidades -según nos plantea la película- en cualquier arte, usted solo nombre una: es mortífera, tierna con los niños y amigable con los viejos, posee una voluntad de acero, una katana –que también es del mas fino acero-, viaja en asientos de primera clase, y hasta pensaba en convertirse en una buena ama de casa. Lo demás es el desarrollo de tan suculenta venganza que aderezamos con música de los setenta, diálogos sarcásticos, un final de telenovela en la primera parte, y tomas en blanco y negro que amortiguan la cantidad de sangre en algunas escenas. ¿Algo mas, acaso debo de mencionar la "estupenda" analogía que compara a Beatrix con superman o la canción de La Malagueña?

Vi Los siete samurai hace mas de un año, en la época en que se hablaba de Kill Bill hasta en el noticiero de Lolíta Ayala. Debo confesar que la dinámica de las batallas, las decenas de rifles y katanas que desfilaron por el filme nublaron en demasía mi capacidad critica con el filme, a lo mas que llegó fue a maldecir a Robert Rodríguez. Dicho estado mental me dejo falto de capacidad para apreciar ese gran filme de Kurosawa. No recuerdo haberme percatado de la apabullante personalidad que cada uno de los siete; los personajes no son héroes, ni mucho menos entidades divinas; ninguno luchaba para el bien de los campesinos, por que cada uno tenía razones muy particulares para estar con una mano en la katana y otra en un plato de arroz; muy atinadamente lo dice uno de los tres sobrevivientes en los últimos diálogos: "De nuevo hemos sido vencidos. Los ganadores fueron los campesinos; no nosotros."

El amplio espectro de temas que abarca el señor Kurosawa es brutal: la situación historica, personalidades de las distintas clases que habitaban en ese Japón. Kikuchiyo describe en unas cuantas frases el espíritu del campesino y sus formas de vida, que no son exclusivas del Japón ni de ese tiempo. El filme esta cargado de un uso soberbio de la cámara lenta, solo hace falta recordar la fantástica secuencia de la caída del duelista.

Se que no es válido comparar estas dos películas, pero me he dado cuenta de que es una pena que nos deslumbremos con unas cuantas secuencias de golpes y mucha sangre, que el cine de Hollywood se nos meta hasta los huesos en su forma mas “alternativa”. Si, es cierto, Tarantino es un engranaje mas en la parafernalia del cine norteamericano, tiene una función establecida: ser el enfant terrible del cine dominado por comedias románticas y adaptaciones de bestsellers, su misión es generar iconos de fácil acceso a los jóvenes. Bueno, hablo del Tarantino que hizo Kill Bill; aunque me pregunto que pasaría si me sentara nuevamente a ver Reservoir dogs.

15.1.06

Cuatrodejuniodedosmilcinco

La encontré, o mejor sería decir, nos encontramos hace un año, fuera de los tapujos necesarios de alguna conversación que, a fuerza de esnobismo, traté de hacer interesante. Hoy hace trescientossesentaycinco días le dí mis ojos a voluntad del alma.

11.1.06

Cuando checo mi medidor solo espero su vista; él, por el contrario, espera que su novela se publique.

9.1.06

"La belleza es una promesa de felicidad"

Stendhal

6.1.06

Iba a pagar el telefono así que tomo el camión en la I. Zaragoza con destino a la sucursal del señor Slim. La fila de autos había comenzado a estancarse desde Canal del San Juan. Me vi en una problema, tomaba el metro hasta Zaragoza o viajaba en el calor de las tres de la tarde con un chofer neurótico. Ya en Agrícola Oriental decidí quedarme y gozar de la variedad de olores que nos ofrecen las calles de la ciudad. Manifestación en el siguiente semáforo, dijo un vendedor de paletas, no están dejando pasar a nadie. Me bajo del autobus y camino hacia Telmex. Era cierto, la manifestación la componían unas veinte personas con una pancarta de cartulina con letras acerca de los policías auxiliares. Me di alguna vueltas por el lugar y decidí no sacar ni madres, total es una manifestación como cualquiera, caminé por una avenida totalmente desierta y me dijé, bueno, por que no una foto de esta avenida sola en día laboral a las tres de la tarde. Pagué el recibo y de regreso tomé mas fotos. Ya entrado en valor me acerque a la turba que había sido replegada hacía la dirección del metro aeropuerto; vi un ángulo que parecía interesante detrás de un respiradero del metro, arriba estaban dos jovenzuelos, sentados, admirando a los trailers varados. Click. Click. Llegan mas de dos tipos con macanas y arrebatándome la cámara que, después, solo sostenía por la correa que se enredaba en mi brazo. Se armo la trifulca, zafarrancho como dirían en la prensa, yo solo pensaba en algo: están así por la moda de los linchamientos pero, eso si, a mi no me quitan mi pinche cámara. Después de unos madrazos y forcejeos constaté la buena calidad de las correas de Canon, llegaron policías uniformados y varias señoras que me trataron de defender. Por que nos tomas fotos, de que periodico eres, por que nos tomas en "lado negativo", de todas formas te vamos a quitar la camara. Mi cabeza se movía de lado a lado. Ahora varios uniformados mediaban en el conflicto; el sindicalista soltó mi cámara, el policía la agarró pero yo no podía soltar la correa, tenía los dedos engarrotados. Ya después se fueron calmando y el comandante me preguntó de donde era, ahí comenzó mi frase "soy estudiante"; a todo lo que me decían: "soy estudiante". No hagas tarugadas, me dijeron los que se querían chingar la cámara. Ya me iba y el comandante me preguntó la razón; me salió lo mamón y dije: Solo quiero documentar los fenómenos de la ciudad, soy solo un observador. El Tomandante llamó al líder agitador, ya vez, te quieren documentar tu manifestación. Después de unas cuantas palabras no quedaron muy convencidos de mis argumentos, me pidieron que borrara la foto, no se puede es de rollo, vélalo, si "compañeros", que lo vele, no, dije, tiene cosas importantes para mi, pero hago la promesa de no usar en manera perjudicial la fotografía. El Tomandante ya estaba harto de mi y mando a un "tamarindo" a que me escoltara al metro.

5.1.06

Estoy ahogado en unos cuantos kilos de basura. De repente me la encontré cuando vagaba por la ciudad. Creo que mejor sería contarles la verdad, se me fue pegando poco a poco, junto a las bacterias que me hacen su casa cuando camino por las calles improvisadas de esta colonia abandonada. Con cada contacto que mis ojos se esforzaban en mantener con los suyos sentía mas desesperanza y temor. Un día desperté con la firme convicción de mandarlos a la chingada; fue cuando decidí expulsarme de sus avenidas y callejones oscuros, lupanares y transporte público. Compré un televisor, debía estar bien informado de su colapso y extinción; me volví neurótico. La pantalla me daba imágenes muy variadas, todas retrataban el lodazal que estaba fuera de mi puerta, los noticieros me llenaron de ansias de poder y al acostarme agrandaba, a pasos agigantados, una lista de objetos a poseer. Después de un mes vi, claramente, su necesidad de acabarse la vida en preocupaciones de terceros: están diversificando atención y fuerzas, gustan de tener compasión por su familia, hasta del enfermo que mueven como muñequito de trapo ante una audiencia que goza y se alimenta con su desventura; si varios de ustedes tuvieran uno en casa, créanme, sus vecinos serían harto felices. La desgracia les da placer, por que ser tan hipócritas en disfrazarlo con un quejido o una mueca desaprobatoria. Los observé todos los días a través de mis dos ventanas, en una me presentaban a políticos en un fraternal abrazo y en la otra un hombre era despojado de su compañera por un grupo de otros hombres. Aun hoy tengo la voluntad de asomarme a los dos cuadros de mi pequeño departamento. A cada minuto me acerco a comprender por que se dan muerte entre ustedes; pero lo que nunca entenderé es por que se siguen multiplicando.

3.1.06

No lo sé; pero tengo la certeza de que mañana no haré nada.