4.8.06
De los siete grillos que me dieron para alimentar a Dvgrochevaia solo dos murieron en sus mandíbulas. Uno fue liberado con una caída de tres metros hacia el pasto, los demás murieron en el frasco de gerber. Lo primero que se mordieron fueron las alas pues a los dos días no se oían sus lamentos. Al segundo día uno había desaparecido, sólo dejo sus antenas y un minúsculo ojo negro, los otros querían salir por el cristal. Regresé una semana después. Dvgrochevaia escapó en mi ausencia. Habían dos grillos y un cuerpo; de los sobrevivientes a uno le faltaban una antena, pata y parte de su vientre, el otro estaba saludable. Durante la madrugada la encontré en una mochila del armario, hambrienta. Amaneció y apenas se movía el grillo vencedor de la ardua batalla nocturna. Lo tomé de una de las dos patas que se mantuvieron en su lugar. Todo un sobreviviente.
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