22.6.06

Comprendo que exista la capacidad de las personas para vivir en mundos ficticios y considerarlos primordiales; de que otra forma se podría sobrevivir en la cárcel o viajar en el transporte público. El internet ha atrapado a millones de personas, modificado sus conductas, y transformó, en menos de una generación, las costumbres de los ciudadanos de las grande urbes. Las barreras se distinguen menos pues ahora es natural entablar amistad con un Tailandés o ver el diario de un Ruso. Hábitos simples, como la curiosidad sobre otras vidas, se dan rienda suelta a través de millones de bases de datos repletas de experiencias similares, cotidianas de la vida humana. Abrimos nuestra ventana ciclotrónica al espeso mar de los anuncios en colores escandalosos con promesas inútiles; ¿qué nos depara el vasto mundo detrás del espejo camuflajeado de un modem y un cable de teléfono?

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