30.1.06

Empiezan las convulsiones domingueras. Una ola de angustia hunde mi maltrecha vida mientras un torrente de acido quema mi garganta. Acaba otra semana llena de horas gastadas en frente de un monitor, la vida se pasa a través de imágenes de diecisiete pulgadas. La reclusión es inútil en estos momentos, mejor debiera salir y sentirme uno con los millones de allá fuera.

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