1.2.06

Martha entra en el pasillo húmedo que comunica su casa con la calle. Camina sin sentir su peso así como mira sin tener nada dentro. Pone su ojo detrás del visillo de la puerta. Afuera esta demasiado gris para el último día de enero. La puerta le transmite una idea de lo que es el clima del otro lado. Martha da media vuelta, llega frente a su puerta, entreabierta, se petrifica por que a sus narices le ha llegado el olor del arroz que dejó en la lumbre. Dos focos, amarillos por la grasa que se amasa en el techo, se mueven en un perpetuo movimiento de péndulo. El suelo es gris, pero no tanto como el cielo. Martha no puede volver a entrar, por un minuto deja de respirar, de su garganta le salen gemidos indescifrables , la única respuesta que las cuerdas vocales pueden dar ante un pavor inexplicable, improvisto; los gritos mudos. Se pierde entre las vueltas que repite en el pasillo tratando de evitar la luz fría, agorera, que se cuela arriba de la puerta que da a la calle y el amarillo que se columpia desde su casa hasta una parte del corredor. Cansada y de cuclillas en un rincón tiene los ojos cerrados, como los puños; sus lágrimas caen a voluntad del azar formando líneas inconexas en el piso de cemento. El día es muy nublado, silencioso y gris para ser el último día de enero.

2 comentarios:

Emma was an angel dijo...

si enero se torna gris podemos esperar colores a lo largo del año..

Belú dijo...

Mi vida es muy nublada, silenciosa y gris para ser la única que voy a vivir como Belén...