12.3.06

Sus ojos embarrados en maquillaje negro me hacían pensar en sus piernas desnudas. A nada podía prestar atención. Iba de una extremidad a su estomago, y de vuelta pasando por uno de sus senos. Tenía una cintilla en la cabeza, pero no recuerdo su color, ni si brillaba. Ella descansaba sobre la cama de un hotel con tarifas que cuentan más los minutos que las horas. Los codos apoyados en las almohadas, las muñecas sosteniendo la quijada. Viajé por la blancura su piel para esconder debajo de sus poros mis inútiles deseos. Pasó que se quedo dormida entre bostezos. Su falda de mezclilla estaba atorada a mitad de la cadera. Era cierto, todo estaba inconcluso, ella no tenía la experiencia para terminar su trabajo, yo era muy imbécil, no podía dejar de imaginar lo que me esperaba debajo del algodón azul. Respetaba las ropas pegadas a la piel, por eso era imposible desmembrar a tan hermoso reptil, sería como equipararlo a una cartera de cocodrilo. Duerme maldita que tienes a la humanidad babeando por tu falda y rumiando tus pies. La noche llegó con un golpeteo en la puerta. Era el anfitrión tatuado que me avisaba la hora de cambio de turno. En media hora tendrá que pagar toda la noche, dijo. Durante toda mi vida me había molestado dormir acompañado, o con la zozobra de que en la mañana algún ser viviente necesitara de mi presencia. Abrí la ventana pensando en los millones de idiotas que, como yo, colmaban sus vacíos con imágenes perfectas y relaciones estériles. Soñé que me la cogía. Empezaba trazando una nueva capa de saliva en su piel, la teñía de color café, después, en el clímax de nuestros encuentros, ella me decía su verdadero nombre. No lo recuerdo, pero fue como el punto final de nuestro idilio, por que se vistió muy apresuradamente, como queriendo olvidar su falta de profesionalismo. Agarro de la mesa el billete rojo, le hizo forma de piedra y lo aventó su bolso. Chao nene. Desperté en medio de sabanas mojadas de vómitos y pasiones derramadas preguntándome su nombre. El billete se había esfumado. Se llamaba Clara.

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