31.1.06

Duerme sobre un pastizal. Moscas revolotean alrededor de varias formaciones fecales, algunas de ellas hacen de su mano un descanso para retomar energías y digerir la mierda de sus trompas. De un lado y otro se mueven los automóviles en una inmensa fila. Todos ellos van a algún lugar; no es el mismo, piensa él- y así, de repente como aparecieron la gran fila se desvanecerá. Los costales de José enflaquecen día a día. Sus recuerdos se le resbalan, chocan contra el pavimento. Sus labios parecen canales de riego en tiempos de sequía. Lanza una bofetada al aire; tampoco hoy pudo apagar el sol. Observa salir algo de su cuerpo, el capullo ha eclosionado. No tiene forma y no se parece a nada que en treintaycinco años de vida halla visto José; sin embargo se lo llevan los escapes de los autos. Va de toldo en toldo, saltando hasta llegar a un cigarro que asoma su ceniza por una ventana. El semáforo se ilumina de verde. La ceniza cae y aquello que le salió a José nunca lo volverá a ver.

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