31.1.06
Duerme sobre un pastizal. Moscas revolotean alrededor de varias formaciones fecales, algunas de ellas hacen de su mano un descanso para retomar energías y digerir la mierda de sus trompas. De un lado y otro se mueven los automóviles en una inmensa fila. Todos ellos van a algún lugar; no es el mismo, piensa él- y así, de repente como aparecieron la gran fila se desvanecerá. Los costales de José enflaquecen día a día. Sus recuerdos se le resbalan, chocan contra el pavimento. Sus labios parecen canales de riego en tiempos de sequía. Lanza una bofetada al aire; tampoco hoy pudo apagar el sol. Observa salir algo de su cuerpo, el capullo ha eclosionado. No tiene forma y no se parece a nada que en treintaycinco años de vida halla visto José; sin embargo se lo llevan los escapes de los autos. Va de toldo en toldo, saltando hasta llegar a un cigarro que asoma su ceniza por una ventana. El semáforo se ilumina de verde. La ceniza cae y aquello que le salió a José nunca lo volverá a ver.
30.1.06
Empiezan las convulsiones domingueras. Una ola de angustia hunde mi maltrecha vida mientras un torrente de acido quema mi garganta. Acaba otra semana llena de horas gastadas en frente de un monitor, la vida se pasa a través de imágenes de diecisiete pulgadas. La reclusión es inútil en estos momentos, mejor debiera salir y sentirme uno con los millones de allá fuera.
22.1.06
16.1.06
En Kill Bill Beatrix Kiddo es una mujer cuya única meta es que su venganza recaiga en la mafia que una vez la protegió y entrenó. Nada mas? Beatrix es la mujer con las mas altas cualidades -según nos plantea la película- en cualquier arte, usted solo nombre una: es mortífera, tierna con los niños y amigable con los viejos, posee una voluntad de acero, una katana –que también es del mas fino acero-, viaja en asientos de primera clase, y hasta pensaba en convertirse en una buena ama de casa. Lo demás es el desarrollo de tan suculenta venganza que aderezamos con música de los setenta, diálogos sarcásticos, un final de telenovela en la primera parte, y tomas en blanco y negro que amortiguan la cantidad de sangre en algunas escenas. ¿Algo mas, acaso debo de mencionar la "estupenda" analogía que compara a Beatrix con superman o la canción de La Malagueña?
Vi Los siete samurai hace mas de un año, en la época en que se hablaba de Kill Bill hasta en el noticiero de Lolíta Ayala. Debo confesar que la dinámica de las batallas, las decenas de rifles y katanas que desfilaron por el filme nublaron en demasía mi capacidad critica con el filme, a lo mas que llegó fue a maldecir a Robert Rodríguez. Dicho estado mental me dejo falto de capacidad para apreciar ese gran filme de Kurosawa. No recuerdo haberme percatado de la apabullante personalidad que cada uno de los siete; los personajes no son héroes, ni mucho menos entidades divinas; ninguno luchaba para el bien de los campesinos, por que cada uno tenía razones muy particulares para estar con una mano en la katana y otra en un plato de arroz; muy atinadamente lo dice uno de los tres sobrevivientes en los últimos diálogos: "De nuevo hemos sido vencidos. Los ganadores fueron los campesinos; no nosotros."
El amplio espectro de temas que abarca el señor Kurosawa es brutal: la situación historica, personalidades de las distintas clases que habitaban en ese Japón. Kikuchiyo describe en unas cuantas frases el espíritu del campesino y sus formas de vida, que no son exclusivas del Japón ni de ese tiempo. El filme esta cargado de un uso soberbio de la cámara lenta, solo hace falta recordar la fantástica secuencia de la caída del duelista.
Se que no es válido comparar estas dos películas, pero me he dado cuenta de que es una pena que nos deslumbremos con unas cuantas secuencias de golpes y mucha sangre, que el cine de Hollywood se nos meta hasta los huesos en su forma mas “alternativa”. Si, es cierto, Tarantino es un engranaje mas en la parafernalia del cine norteamericano, tiene una función establecida: ser el enfant terrible del cine dominado por comedias románticas y adaptaciones de bestsellers, su misión es generar iconos de fácil acceso a los jóvenes. Bueno, hablo del Tarantino que hizo Kill Bill; aunque me pregunto que pasaría si me sentara nuevamente a ver Reservoir dogs.
Vi Los siete samurai hace mas de un año, en la época en que se hablaba de Kill Bill hasta en el noticiero de Lolíta Ayala. Debo confesar que la dinámica de las batallas, las decenas de rifles y katanas que desfilaron por el filme nublaron en demasía mi capacidad critica con el filme, a lo mas que llegó fue a maldecir a Robert Rodríguez. Dicho estado mental me dejo falto de capacidad para apreciar ese gran filme de Kurosawa. No recuerdo haberme percatado de la apabullante personalidad que cada uno de los siete; los personajes no son héroes, ni mucho menos entidades divinas; ninguno luchaba para el bien de los campesinos, por que cada uno tenía razones muy particulares para estar con una mano en la katana y otra en un plato de arroz; muy atinadamente lo dice uno de los tres sobrevivientes en los últimos diálogos: "De nuevo hemos sido vencidos. Los ganadores fueron los campesinos; no nosotros."
El amplio espectro de temas que abarca el señor Kurosawa es brutal: la situación historica, personalidades de las distintas clases que habitaban en ese Japón. Kikuchiyo describe en unas cuantas frases el espíritu del campesino y sus formas de vida, que no son exclusivas del Japón ni de ese tiempo. El filme esta cargado de un uso soberbio de la cámara lenta, solo hace falta recordar la fantástica secuencia de la caída del duelista.
Se que no es válido comparar estas dos películas, pero me he dado cuenta de que es una pena que nos deslumbremos con unas cuantas secuencias de golpes y mucha sangre, que el cine de Hollywood se nos meta hasta los huesos en su forma mas “alternativa”. Si, es cierto, Tarantino es un engranaje mas en la parafernalia del cine norteamericano, tiene una función establecida: ser el enfant terrible del cine dominado por comedias románticas y adaptaciones de bestsellers, su misión es generar iconos de fácil acceso a los jóvenes. Bueno, hablo del Tarantino que hizo Kill Bill; aunque me pregunto que pasaría si me sentara nuevamente a ver Reservoir dogs.
15.1.06
11.1.06
9.1.06
6.1.06
Iba a pagar el telefono así que tomo el camión en la I. Zaragoza con destino a la sucursal del señor Slim. La fila de autos había comenzado a estancarse desde Canal del San Juan. Me vi en una problema, tomaba el metro hasta Zaragoza o viajaba en el calor de las tres de la tarde con un chofer neurótico. Ya en Agrícola Oriental decidí quedarme y gozar de la variedad de olores que nos ofrecen las calles de la ciudad. Manifestación en el siguiente semáforo, dijo un vendedor de paletas, no están dejando pasar a nadie. Me bajo del autobus y camino hacia Telmex. Era cierto, la manifestación la componían unas veinte personas con una pancarta de cartulina con letras acerca de los policías auxiliares. Me di alguna vueltas por el lugar y decidí no sacar ni madres, total es una manifestación como cualquiera, caminé por una avenida totalmente desierta y me dijé, bueno, por que no una foto de esta avenida sola en día laboral a las tres de la tarde. Pagué el recibo y de regreso tomé mas fotos. Ya entrado en valor me acerque a la turba que había sido replegada hacía la dirección del metro aeropuerto; vi un ángulo que parecía interesante detrás de un respiradero del metro, arriba estaban dos jovenzuelos, sentados, admirando a los trailers varados. Click. Click. Llegan mas de dos tipos con macanas y arrebatándome la cámara que, después, solo sostenía por la correa que se enredaba en mi brazo. Se armo la trifulca, zafarrancho como dirían en la prensa, yo solo pensaba en algo: están así por la moda de los linchamientos pero, eso si, a mi no me quitan mi pinche cámara. Después de unos madrazos y forcejeos constaté la buena calidad de las correas de Canon, llegaron policías uniformados y varias señoras que me trataron de defender. Por que nos tomas fotos, de que periodico eres, por que nos tomas en "lado negativo", de todas formas te vamos a quitar la camara. Mi cabeza se movía de lado a lado. Ahora varios uniformados mediaban en el conflicto; el sindicalista soltó mi cámara, el policía la agarró pero yo no podía soltar la correa, tenía los dedos engarrotados. Ya después se fueron calmando y el comandante me preguntó de donde era, ahí comenzó mi frase "soy estudiante"; a todo lo que me decían: "soy estudiante". No hagas tarugadas, me dijeron los que se querían chingar la cámara. Ya me iba y el comandante me preguntó la razón; me salió lo mamón y dije: Solo quiero documentar los fenómenos de la ciudad, soy solo un observador. El Tomandante llamó al líder agitador, ya vez, te quieren documentar tu manifestación. Después de unas cuantas palabras no quedaron muy convencidos de mis argumentos, me pidieron que borrara la foto, no se puede es de rollo, vélalo, si "compañeros", que lo vele, no, dije, tiene cosas importantes para mi, pero hago la promesa de no usar en manera perjudicial la fotografía. El Tomandante ya estaba harto de mi y mando a un "tamarindo" a que me escoltara al metro.
5.1.06
Estoy ahogado en unos cuantos kilos de basura. De repente me la encontré cuando vagaba por la ciudad. Creo que mejor sería contarles la verdad, se me fue pegando poco a poco, junto a las bacterias que me hacen su casa cuando camino por las calles improvisadas de esta colonia abandonada. Con cada contacto que mis ojos se esforzaban en mantener con los suyos sentía mas desesperanza y temor. Un día desperté con la firme convicción de mandarlos a la chingada; fue cuando decidí expulsarme de sus avenidas y callejones oscuros, lupanares y transporte público. Compré un televisor, debía estar bien informado de su colapso y extinción; me volví neurótico. La pantalla me daba imágenes muy variadas, todas retrataban el lodazal que estaba fuera de mi puerta, los noticieros me llenaron de ansias de poder y al acostarme agrandaba, a pasos agigantados, una lista de objetos a poseer. Después de un mes vi, claramente, su necesidad de acabarse la vida en preocupaciones de terceros: están diversificando atención y fuerzas, gustan de tener compasión por su familia, hasta del enfermo que mueven como muñequito de trapo ante una audiencia que goza y se alimenta con su desventura; si varios de ustedes tuvieran uno en casa, créanme, sus vecinos serían harto felices. La desgracia les da placer, por que ser tan hipócritas en disfrazarlo con un quejido o una mueca desaprobatoria. Los observé todos los días a través de mis dos ventanas, en una me presentaban a políticos en un fraternal abrazo y en la otra un hombre era despojado de su compañera por un grupo de otros hombres. Aun hoy tengo la voluntad de asomarme a los dos cuadros de mi pequeño departamento. A cada minuto me acerco a comprender por que se dan muerte entre ustedes; pero lo que nunca entenderé es por que se siguen multiplicando.
3.1.06
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